Decía Jung que, a pesar del racionalismo y la Ilustración, en nuestro inconsciente perviven los antiguos mitos como si no hubiera pasado el tiempo. Buscando respuestas a una realidad social y jurídica inexplicable, la mitología griega aporta luz para comprender el caso de “la manada”.
La historia de Dafne
El relato comienza con el dios Apolo henchido de orgullo tras haber matado a un terrible monstruo. Pagado de sí mismo, se burla del pequeño Cupido, que se venga mostrándole que la ofensa no quedará sin castigo. Dispara una flecha de atracción y deseo a Apolo, que automáticamente cae rendido ante la belleza de Dafne. Pero al mismo tiempo dispara a la ninfa la flecha del rechazo.
Apolo empieza a perseguir a Dafne, que huye despavorida. El dios no atiende a razones ni negativas, está inflamado de deseo y decidido a que nada le impida conseguir su objetivo. Desesperada y agotada, Dafne pide ayuda a su padre, el dios del río. Él escucha su ruego y la convierte en un árbol de laurel. Apolo lo abraza, llena tronco y ramas de sus besos y lo declara su árbol sagrado, utilizándose sus hojas para las coronas cuando se produce una victoria.
Dafne y “la manada”
Da igual que Dafne se niegue y huya. Su expreso rechazo no parece ser un motivo legítimo para que Apolo se detenga. ¿Qué mensaje nos llega desde el mismísimo Olimpo? Que la falta de consentimiento de una mujer/Dafne no es razón para que un hombre/Apolo deje de acosarla.
También es curiosa la ayuda que presta el padre. No se le ocurre detener a Apolo, ni facilitar que su hija se ponga a salvo, sino que la petrifica y despersonaliza, convirtiéndola en árbol. Pedir ayuda o acudir a la Justicia no sirve de nada, ya que será ella/Dafne quien reciba el castigo y él/Apolo se quedará con el sabor de la victoria.
Este es sólo uno de los múltiples mitos. La Antigua Grecia es la cuna de la cultura de occidente. Sus dioses eran referencia y ejemplo para toda la población y, sin duda, sus valores siguen vigentes en la actualidad. Dafne no es tenida en cuenta como persona desde el principio, siendo utilizada por Cupido como facilitadora de su venganza. Del mismo modo, en guerras, campos de refugiados y fiestas populares, mujeres y niñas son violadas sin que en muchos casos esto se considere un delito. Seguimos fieles al Olimpo, Apolo debe estar muy orgulloso.
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Berta Pérez Gutiérrez.
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