PADRES EN PIE DE PAZ

Soy padre, eres padre.

De mi corazón nace el sentimiento de protección que en estos momentos soy incapaz de sentir y llevar a cabo y darle una utilidad y convertirlo en ayuda hacia vosotros, padres, cuando veo una y mil veces las imágenes que reproducen los medios de comunicación como si de un “documental sobre la vida real en otra parte del mundo que no es nuestro mundo”, se tratara. Documental que parece que no va con nosotros.

En algún momento de nuestras vidas nos dijeron que para protegernos deberíamos hacernos más insensibles y no absorber ni dejarnos influir por los problemas de personas que no viven entre nosotros, pero que como tú y como yo, lo único que buscan es un lugar, un espacio, un reducto de calma, tranquilidad y prosperidad donde nuestros hijos puedan crecer y ser felices (¿qué padres tan ambiciosos y egoístas somos, verdad?).

Siento tu miedo y mi frustración al tratar de explicar a mis hijos porque os encontráis en esta situación.

Y me faltan argumentos. Tratar de explicar lo que no tiene explicación (desde el punto de vista estrictamente humanitario) es tremendamente doloroso.

La razón por la que abandonáis vuestras casas. Vuestras familias, vuestros hogares, vuestro país, vuestras exiguas pertenencias…

Os habéis embarcado en un viaje sin destino (y sin retorno) hacia un lugar que no conocéis.

Y siento vuestro miedo de no llegar nunca. De que no os reciban como os merecéis. De que alguno de vosotros se quede por el camino. De sentir que puedes ser tú, padre de dos hijos al que le pase algo y os quedéis desvalidos, sin protección, sin ayuda, sin futuro, y sin presente. Sin ese abrazo protector. Sin ese refugio con el que acoges a tus hijos.

Se me parte el alma desde la comodidad de mi casa, y de la tranquilidad de saber que mis hijos se encuentran perfectamente en el colegio y que hoy tendrán para comer 5 veces al día, y un nudo en la garganta y en el alma me impide, hoy, disfrutar de mis privilegios de ciudadano del primer mundo.

Siento que mis privilegios son tus carencias.

Siento que mi regalo por tener la suerte de haber nacido en un sitio donde estoy a salvo de los problemas que tú ahora mismo estás sufriendo, son a costa de que en otras partes del mundo no puedan tener esa misma suerte.

Y eso es tremendamente injusto.

Porque el mundo está muy mal repartido, y no queremos hacer lo posible para repartirlo de una forma más equitativa para que padres como tú, no tengan que desplazar a sus familias miles de kilómetros para poder (sobre)vivir…

 

Víctor Sánchez

www.siloshombreshablasen.es

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