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3 Pautas que pueden facilitar un apego seguro

La Universidad de Princeton (EE.UU.) ha publicado una investigación sobre el vínculo entre padres e hijos. Los expertos han observado que 4 de cada 10 no establecen estos lazos afectivos que son tan importantes en el desarrollo del ser humano. Estos niños crecen con desconfianza y miedo, sin la vivencia de una relación segura que sirva de referencia y apoyo.  En la adolescencia y etapa adulta este desierto emocional se expresa a través de conductas agresivas y ansiedad.

El psiquiatra británico John Bowlby desarrolló la Teoría del Apego (1956-1976) demostrando la importancia que tiene para la autoestima y la auto-confianza del niño establecer vínculos sólidos con sus padres. Pero, ¿cómo conseguirlo?

3 Pautas para el apego seguro

El apego seguro es un vínculo en el que sabemos que no seremos abandonados y que se nos respetará si necesitamos alejarnos. Hay muchas maneras de construir este apego, pero destacaremos 3 formas sencillas y fáciles de aplicar en la vida diaria:

1.- Avisarles cuando nos vamos.

Está muy extendida la costumbre de marcharnos cuando los niños no nos ven para evitar que lloren. En realidad lo que nos ahorramos es presenciar la escena, porque nuestros hijos lloran cinco minutos después de irnos. Si nos despedimos de ellos explicándoles dónde vamos y cuánto tiempo estaremos fuera, los pequeños pueden anticipar nuestro regreso y no vivir la angustiosa incertidumbre de si volveremos o no. Pueden llorar en nuestros brazos si encajan la noticia con desconsuelo y, sobre todo, aprenden que pueden confiar en que no desaparecemos “a traición”. La pediatra Emi Pikler demostró que también los bebés necesitan este ritual de despedida e información cuando nos vamos.

2.- Al salir al mundo: presencia y respeto.

Cuando los niños empiezan a caminar necesitan alejarse con la confianza de que, al volver la vista atrás, nos encontrarán en el mismo sitio en que nos dejaron, sabiendo que pueden regresar a nuestro regazo cuando lo necesiten. Es tan importante darles el espacio para que tomen distancia como estar presentes para recibirles tras su conquista de la autonomía.

3.- Contacto físico.

También es muy general la creencia de que no hay que coger a los niños en brazos porque se mal-acostumbran. Yo no acabo de entender por qué puede ser tan mala la costumbre ser abrazados cuando lloramos, o sostenidos cuando nos duele algo, o acariciados cuando nos aman, o mecidos para dormir. Pero, opiniones aparte, numerosas investigaciones científicas han constatado que el contacto físico es esencial para el desarrollo neuronal en la primera infancia. El encuentro cuerpo a cuerpo, el olor, el contacto piel con piel, nos unen profundamente con nuestros hijos, nos vinculan.

Berta Pérez Gutiérrez

www.musicoteraipaymaternidad.es

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